En la foto, la Helena de Rossetti, representando una belleza ancestral que es capaz de embelesar milenios después de su existencia. Todo tipo de artistas, desde poetas hasta escultores, han querido retratar la que sería la excusa desencadenante de la famosa guerra de Troya.
Se deduce por su sutil forma de justificar un conflicto bélico que los antiguos griegos eran unos amantes empedernidos de la belleza, tanto física como espiritual; nunca cesaron en su búsqueda de remedios embellecedores que ayudaran a sobrellevar el paso de los años, de hecho la palabra “cosmético” proviene del griego “kosmetikos”, que hace referencia a la armónica disciplina de la ornamentación.
Lo cierto es que mucho de esos remedios lejanos ya en el tiempo pueden parecer atávicos pero son mucho más actuales y cercanos a nosotros de lo que imaginamos; los ingredientes totalmente naturales con los que se fabricaban los primeros cosméticos son tan efectivos que se siguen usando a día de hoy, cierto es que con fórmulas científicas más específicas y refinadas, pero manteniendo la evidente eficacia avalada por cientos de años de experiencia y tradiciVerbigracia, en la Antigua Grecia se usaban una gran cantidad de aceites no sólo para fabricar perfumes, sino también como limpiadoras e hidratantes, para revitalizar la piel seca y contribuir al proceso de renovación celular, práctica que sigue patente a día de hoy. Dos ejemplos de cosméticos actuales de excelente eficacia formulados a base de aceites serían: Dermatosic de Valmont (cuyo aceite de esquisto procede de rocas sedimentarias de 200 millones de años de edad y actúa con el fin de luchar contra todas las manifestaciones de la sensibilidad cutánea) o Illumino Face Oil del Dr. Colbert (que combina aceite de semilla de borraja, aceite de Yangu, aceite de marula, aceite de maracuyá y aceite de argán).
Las mascarillas y los exfoliantes se usan desde hace más de 7000 años, al popularizarse la utilización de la miel (cuyas propiedades hidratantes, antiinflamatorias y reparadoras ya fueron descritas por Hipócrates), la jalea real (tan regenerante que era considerada el componente principal de la ambrosía, la bebida de los dioses) y el propóleo (“el mejor remedio para las afecciones de la piel” según Aristóteles). Una versión moderna que reúne estos tres ingredientes casi mágicos es la línea Essence of Bees, que publicábamos en nuestro anterior post.
¿Y qué hay de los lácteos? Siempre hemos oído hablar de los famoso baños de Cleopatra en leche de burra o de cómo las mujeres pudientes de la Antigüedad utilizaban la misma como limpiadora ya que no resecaba la piel. A día de hoy el uso de la leche pura no es algo común; sin embargo, sí lo es la utilización del ácido láctico, derivado de su fermentación y también presente de forma natural en el cuerpo. Un ingrediente bien recibido en las composiciones de muchos tratamientos, puesto que ayuda a corregir el pH, estimula la producción de colágeno, exfolia y elimina imperfecciones y el exceso de grasa en el cutis. Este bactericida natural está recomendado para pieles sensibles o secas que se pueden ver afectadas con el uso de ácidos más bruscos ya que no produce descamación, pelado o hiperpigmentación. Puedes encontrarlo en productos de limpieza como el Balance Purifying Cleanser de Colbert (que purifica la piel mientras proporciona beneficios antioxidantes y antibacteriales) o la línea Super Acids de Rodial (la cual combina ácido azelaico, glicólico y láctico para exfoliar y retexturizar, reduciendo la apariencia de imperfecciones y arrugas).
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